miércoles, 17 de agosto de 2011


Domingo, 7 de agosto 2011.
Nuestro vuelo llegó a Keflavik a eso de las 20:30, hora islandesa. Mientras recogíamos el equipaje, contactábamos con la agencia de alquiler del 4x4, rellenábamos el contrato y nos lo dejaban todo listo, dio el tiempo justo para acercarnos al pueblo de Keflavik donde teníamos, ya desde España, reservada esa noche en el Motel Alex, un sencillo pero completo hospedaje a la entrada de la villa. Un poco de organización y aseo en la habitación cuádruple y, rápidamente, al centro del lugar para buscar un lugar donde cenar algo; una hamburguesería, al borde del paseo marítimo, sentados en unas bancadas en el cesped, contemplando con una temperatura gélida la estupenda bahía y al fondo las luces de la capital, Reykjavik.
Un país en el que, en agosto, amanece a eso de las 4:30 y anochece sobre las 22:30, y en el que las temperaturas no suben de 16/18º con mucha suerte.
Vuelta al motel para descansar y soñar con todo lo que nos esperaba los días siguientes.


Lunes, 8 de agosto 2011.
Ya intuíamos que a partir de esta jornada todo sería excitante y maratoniano.
Desayuno básico en el motel, vehículo preparado a tope de gasolina y... comienzo de la aventura.
Por la carretera 41, que va desde Keflavik hasta las afueras de Reykjavik, tomamos la ctra. 1 (vía principal que recorre de forma circular toda la isla/país). Nuestro primer día tenía como destino el sur/sureste para hacer noche por aquella zona. Pasamos por Selfoss, Hella, las impresionantes cascadas de Seljalandsfoss y Skogarfoss (a las faldas del volcán/glaciar Eyjafjallajökull, el que llevó de cabeza al resto de Europa con su erupción en el 2010), al borde del Kafla (otro de los volcanes-glaciar), Vik (una población costera con unos bellísimos acantilados y formaciones rocosas basálticas en medio del mar) y finalmente nos dirigimos hacia el glaciar Vatnajökull, el más grande del continente europeo (con una extensión aproximada a la de la provincia de Alicante; casi ná!!!), allí, en una de sus lenguas, Breidamerkurjökull, se forma un lago de tal inmensidad, Jökullsarlon, del que se desprenden miles de icebergs que flotan en él y terminan su camino en el mar, mostrando uno de los espectáculos más alucinantes que jamás habíamos visto. En este paraje tuvimos la oportunidad de recorrer sus aguas con un vehículo anfibio y ver atónitos la belleza que muestra. Llegando al punto más lejano que nos habíamos propuesto en esta jornada, y viendo que el día en estas latitudes se alarga mucho y teníamos un clima excepcional, a pesar del frío, decidimos volver sobre nuestros pasos para buscar un camping cerca de Skaftafell, dándonos tiempo aún para hacer un breve paseo por otra de las lenguas de este inmenso glaciar, llamada Fjallsjökull, y en su pequeña laguna Fjallsarlon (pequeña es un decir, claro) caminar entre cientos de icebergs. Llegamos después hasta el camping de Skaftafell y viendo que estaba muy lleno optamos por ir a la población cercana de Svinafell, en las inmediaciones del pico más alto de la isla (el volcán Órefajökull, con 2.119 mts) donde nos acomodamos en otro camping mucho más sencillo y básico pero no por ello menos agradable.
Los cuatro nos metimos es nuestras tiendas bastante cansados; había sido un día extremadamente largo (habíamos hecho cerca de 500 kms.) y habíamos visto un montón de sitios increíbles.

Martes, 9 de agosto 2011.
Éste no iba a ser menos, en cuanto a intensidad se refiere. Madrugamos bastante (a eso de las 6:30) con el fin de aprovechar al máximo el día. Desayunamos, desmontamos las tiendas y... comenzamos nuestro nuevo periplo.
El primer destino eran la proximidades de Skaftafell, parada para hacer una pequeña caminata por el borde de otra de las lenguas del gran glaciar (Vatnajökull), la llamada Svínafellsjökull.
Después, otra caminata (ésta un poco más larga) desde las afueras de Skaftafell (ctra. 998) por unos senderos llenos de pequeñas arboledas muy bien señalizados hasta llegar a la cascada de Svartifoss, un increíble salto de agua dentro de un cañón de columnatas basálticas que le dan el aspecto de un hermoso órgano de iglesia. Alucinante; sin palabras.
El día no podía haber empezado mejor.
Vuelta al coche y a la carretera 1 (la principal) para pasar de nuevo por enormes lenguas de lava, valles surcados por cientos de riachuelos y formaciones rocosas con formas extrañas y alucinantes (los famosos trolls y ghosts). Atravesamos Vik, Hvolsvöllur y Hella para coger la carretera 26, que nos llevará a nuestro siguiente destino, en la zona central del país,... el Hekla, 1.488 mts., (uno de los volcanes más hermosos de la isla y uno de los que se preveé entre en erupción).
Aquí las carreteras ya empiezan a ser simplemente pistas, en algunos casos sólo accesibles para vehículos 4x4.
Una vez llegamos a las inmediaciones del volcán, dejamos el coche y nos dispusimos a hacer uno de los grandes trekkings de este viaje.
El Hekla (o el Tekla, como lo ha llamado siempre Pablo) nos esperaba y nosotros estabamos predispuestos a ese encuentro. Duro, muy duro, hay que confesarlo. Calculamos que unos 17 ó 18 kilómetros de sendero, con un ascenso interminable, por caminos de arena volcánica nada cómodos (ya que dabas dos pasos y retrocedías uno), mal señalizados e inmensas lenguas de rocas de pumita o liparita (piedra pómez) que, en bastantes ocasiones, hacían muy peligroso el camino. Finalmente, con fuerte viento y una temperatura bajísima, llegamos a la cumbre, entre calderas y enormes placas hielo. Las vistas del entorno son realmente espectaculares. Si la subida es complicada, la bajada ya ni te cuento. Pero lo hicimos, y esto quedará como uno de los grandes logros personales de los cuatro.
Sergio, Pablo, Julia y yo estuvimos en el volcán Hekla el 9 de agosto del año 2.011.
Una vez terminada esta aventura, y exhaustos, comimos unos sandwichs en el coche, al borde de la pista, con la mirada hacia el valle que cruza el gran río Pjórsá, rodeado de los glaciares Langjökull, Hofsjökull y Vatnajökull (entre otros más pequeños).
Aún quedaba luz suficiente y nuestra intención era llegar hasta Landmannalaugar para acampar. Por estos lugares las carreteras (llamémoslas así) no son nada fáciles, estan llenas de riachuelos que hay que vadear (vadeo, vadeo... jejeje), en algunas ocasiones no son muy complicados... pero en otras... joooder, vaya vadeos!!!
A falta de unos pocos kilómetros para nuestro estipulado destino, decidimos hacer noche en el camping de Landmannahellir, en un gran valle de praderas de verde esmeralda, rodeado de montes y atravesado por un río. Allí, en unas instalaciones algo cutres y rodeados de cientos de ovejas, montamos las tiendas, cenamos algo (habíamos comprado algo de alimento el primer día y traíamos provisiones desde España)... y a dormir, que la jornada había sido también muy intensa.

Miércoles, 10 de agosto 2011.
Yo, que suelo ser el que se pega unos madrugones de la leche, me levanté a eso de las 5:00 y.. allí estaban ellas, las ovejas, a la puerta de la tienda, con cara de bobas y moviendo la boca como masticando chicle. Seguidamente, el resto del grupo despertó, aseo, desayuno, desmontar las tiendas y... nueva jornada.
Camino hacia Landmannalaugar (ctra. f224), una zona en el centro de Islandia, al norte de los glaciares Myrdalsjökull y Eyjafjallajökull, de una belleza increíble llena de contrastes, ríos de lava solidificada, valles profundos, nieves perpetuas, fumarolas, aguas termales, rocas con formaciones esperpénticas, riachuelos, lagos (Frostartadavant, Kylingavant, Höfdavant, Kirkjufellsvant, etc...), tierras y picos de múltiples colores. Paraíso de senderistas y montañeros. Un lugar lleno de cientos de rutas para recorrer y en el que hace falta más de una semana para disfrutar. Llegamos al camping, unas instalaciones algo pobres para la cantidad de campistas de allí había, pasando antes por el lago Frostartadavant. Desde ese lugar iniciamos uno de los senderos, atravesando el camping, una laguna de baños termales al aire libre, una enorme lengua de oxidianas, un hermoso valle y una subida llena de fumarolas (con su característico olor a huevos podridos) hasta culminar el volcán Brennisteinsalda, con sus 855 mts. de altitud. Desde allí pudimos ver el hermoso panorama, el monte Blahnjúkur (940 mts.) y el volcán Torfajökull (1259 mts.) entre otras muchas maravillas. A nuestro regreso al camping compramos unos bocatas y unas bebidas frescas y fuimos con el 4x4 a comer a la orilla del Frostartadavant, alucinando con su tremenda belleza. Seguimos nuestro camino, sintiendo que en esta parte del país se pueden hacer un montón de rutas, cada cual más interesante. Nuestro próximo destino era Askja pero viendo el nivel del depósito de gasolina y la cantidad de kilómetros que aún quedaban, optamos por hacer un ligero retroceso, coger otra pista llena de desiertos de arena negra, parajes inhóspitos, llanuras de piedras de formas monstruosas, etc... hasta llegar a un surtidor de gasolina, en un cruce de pistas, el típico lugar en ninguna parte. Allí le dimos de beber al vehículo y retomamos el camino, dirección a Askja. La tarde ya andaba avanzada y buscamos un lugar donde acampar. En esta ocasión, y con un frío que pela, nos encontramos con el albergue de Nyidalur, frente al glaciar Tungnafellsjökull, en plenas highlands islandesas, y pensamos que era mucho más conveniente pasar la noche bajo techo. Dormimos en el albergue, en una cabaña pensada para, al menos, veinte personas, con derecho a cocina, aseo y ducha. Una buena limpieza, una sopa caliente y dormir al abrigo nos sentó de maravilla. Al día siguiente estaríamos recuperados para seguir.

Jueves, 11 de agosto 2011.
Por la mañana, Sola, que así se llama la simpática señora que lleva el refugio, nos pregunta qué vehículo llevamos y nos recomienda que para ir hasta nuestro destino mejor tomar la pista que bordea el glaciar en lugar de la clásica que lleva directamente a Askja, tendríamos mejores vistas y, según ella, no sería tan aburrida... Joooer, fue de todo menos aburrida!!!! Aquello era un sendero que ni las cabras lo pueden cruzar, lleno de riachuelos, vadeos, curvas imposibles, ascensos impracticables, vadenes en los que era nula la visibilidad de la bajada, arenas donde el coche derrapaba a la mínima... Vamos, que aquello era de una belleza sublime pero no creo que hubiera mucha gente que lo conociera. Por el camino hicimos un altopara observar la enorme caldera del Uröarhalsi, al norte del gran glaciar Vatnajökull, y llegando a un punto de encuentro con la vía que llevaba a Askja, llegando bastante cansados hasta el camping a eso de las 13:00 pero con tiempo suficiente para reservar plazas, preparar las mochilas con algo de agua y comida e iniciar el ascenso por las laderas de este enorme volcán, lleno de fumarolas, y hacer la ruta senderista de Askja, que te conduce, a través de unos 15 ó 16 kms., hasta los lagos Öskjuvant y Viti que ocupan dos de sus calderas, el primero de unas dimensiones descomunales y el segundo, pequeño y con aguas calientes en las que se puede bañar (aunque con ese olor a podrido no apetece demasiado, la verdad). Al borde de los lagos nos hicimos una rápida comida ya que el aire que hacía traía un tufillo que daban más ganas de cagar que de comer... jejejeje. Unas vistas en todo el trayecto impresionantes de los alrededores, sobre todo del volcán Herdubreid, un gran monte en forma de tarta con la cima cubierta de hielo (como si fuera nata) y una pequeña protuberancia a modo de guinda. El regreso se nos hizo muy duro, excesivamente duro; llevábamos mucho cansancio acumulado y, para culminar la jornada, ésto era demasiado. Finalmente, ya en el camping, preparamos algo de cena y nos fuimos a dormir. Sergio y Julia durmieron en el albergue, Pablo y yo en la tienda (con todas las piedras volcánicas clavadas en nuestros cansados cuerpos... jajaja)

Viernes, 12 de agosto 2011.
Madrugadores y rápidos en desmontar la tienda y desayunar, creo que aún no se había levantado la gente que ocupaba este cutre-camping (hay que decir que las instalaciones dejaban mucho que desear para ser una de las atracciones fuertes del interior de Islandia) cuando iniciamos el camino hacía otra parte. Nuestro idea fue subir al norte (unos 60 kms.) para ponerle gasolina al coche en la estación de servicio más próxima, en Mödrudalur (ya que el día anterior se había gastado muchísima con tanto traqueteo). Comenzar, después, el descenso hacia el sur (unos 100 kms.) hasta la parte norte del gran glaciar Vatnajökull, donde en una de sus lenguas heladas se encuentran unas espectaculares cuevas, Kverkfjöll, a las que queríamos tener acceso. Hasta allí llegamos con una ilusión tremenda pero el deshielo no permitía el paso al interior de las mismas, aunque las vistas eras alucinantes. Era realmente muy peligroso, en cualquier momento, y debido al buen tiempo que hacía, podía desprenderse algún trozo del glaciar. Sergio nos tuvo a los demás algo intranquilos, ya que él decidió saltarse la prohibición y llegar, aún no sé ni cómo, hasta la entrada de la gran caverna, desde la que hizo alguna que otra estupenda foto.
Unos sandwichs para comer ante esta visión y volvimos por el mismo camino hacia el norte. Llegamos de nuevo a Mödrudalur, que nos pareció un lugar muy bonito y acogedor, y en el camping montamos las tiendas. Unas buenas duchas, que ya las necesitábamos. La cafetería era de ensueño y esa noche no nos pudimos resistir a un plato caliente, dejando de lado los bocatas de pan de molde.

Sábado 13 de agosto 2011.
Recogimos las tiendas, desayunamos en la cafetería y repusimos gasolina.
Listos para iniciar otra jornada.
En esta ocasión nuestro primer objetivo era El círculo polar ártico. Tomamos a pocos kilómetros la carretera 1 durante algunos kms., después el desvio ,ctra. 864, que sube al norte. A mitad de esta carretera se encuentran tres de las cascadas más bellas y conocidas, Selfoss, Dettifoss y Hafragilsfoss. Una parada para disfrutar de tanta maravilla y, más tarde, enlazar con la ctra. 85, pasando por Thvera, Kópasker y Blikalon, llegando hasta Hraunhafnartangi (el punto más al norte de la isla, ya dentro del círculo polar ártico) donde un sencillo faro y una costa llena de restos de naufragios y materiales arrastrados por las corrientes te hace pensar que eso es el fin del mundo.
El tiempo estaba empezando a cambiar, muchas nubes amenazaban lluvia y el aire era muy frío.
Deshicimos lo recorrido, por la carretera 85, y llegamos hasta la ciudad costera de Húsavik donde teníamos previsto coger un barco para divisar ballenas. Compramos los tickets nada más llegar al pueblo, teniendo tiempo suficiente para hacer algo de compra en un supermercado y comer algo caliente en un restaurante (uhmmm... sopa de marisco, rodaballos, cafés, etc...).
El cielo estaba preparado para descargar y el mar tenía un aspecto de fuerte marejada pero... no queríamos aventura? Toma, aventura!!! Dentro de un barco turístico, abrigados como nunca, calzados con unos monos rojo fosforito que nos facilitaron, allí íbamos unas cincuenta personas... a la caza de la foto de la ballena... jejejeje. En cuestión de horas habíamos pasado de los paisajes volcánico-lunares más extremos a estar calados hasta el culo, zarandeándonos en una cáscara de nuez en pleno océano ártico para intentar ver los gigantes mamíferos. A pesar de todas las inclemencias, algún que otro animalillo de Dios se cruzó por nuestro camino, llegando a ver ballenas... tal vez no todas las que habríamos deseado... Algo curioso, mucha gente, con tanto balanceo tiró hasta la primera papilla pero... nosotros... nosotros no íbamos a darle al ártico la sopa de marisco y el rodaballo, eah!!!
Terminada la experiencia en alta mar, tomamos plazas en el camping de Húsavik. Montamos las tiendas bajo una molesta lluvia y un frío que quitaba el sentido, cenamos unos bocatas y... a dormir hasta el día siguiente.

Domingo, 14 de agosto 2011.
Desmontamos unas tiendas bastante mojadas, la noche había sido fría y húmeda, desayunamos y tomamos el camino para el próximo destino. Desde Húsavik(ctra. 85) nos dirigimos hasta la 87 y más tarde la 848 para visitar el lago Myvant, una enorme extensión de agua que más que un lago parece el mar, con sus olas y todo. Día bastante desapacible para estar a cuerpo galante por esos parajes. Muy cerca visitamos la zona de Námagfall, un gran campo de fumarolas de belleza única y terrible olor a huevo duro podrido. Retomamos la ctra. 1 para llegar a Godafoss, otras cascadas espectaculares que por estar a pie de ctra. son de las más concurridas (en esta ocasión estaba llena de excursiones de la tercera edad). Llegamos a Akureyri, la segunda ciudad importante del país (creo que no tiene más de 15.000 habitantes), y, desde allí, por la misma nacional1 hasta el cruce con la ctra. 75, más tarde con la 744, que es la que sube hacia el norte por la península de Skagi, donde, con algo de suerte, se pueden ver colonías de focas. No estábamos de suerte, no vimos ni una, pero el paisaje es increíble, un mar azul oscuro que rompe con toda su fuerza en las paredes de unos altísimos acantilados en los que reposan unas praderas de un verde intenso, salpicadas de caballos y ovejas. Entre tanto esplendor nos comimos unos bocatas en el coche. Comiendo bajo la lluvia.
Regreso a la nacional 1, enlace con la 733 y siguiendo por la f35 que nos lleva hacia el sur, bordeando los lagos Gilsárlón, Fridmundarvant, Blöndulón, entre otros muchos, hasta llegar a Hveravellir, un lugar de grandes fumarolas, muy cerca de la parte norte del glaciar Langjökull. En el 'camping' de la zona acampamos ( y lo entrecomillo ya que ni camping ni nada que se le parezca). Un descampado pedregoso con olor a podrido y un par de casetas de mala muerte con escaso y nada servicial personal. Un lugar a los que no desearía volver en mi vida. Más parece una piojería que un punto de interés turístico. Decepcionado. Además la lluvia aún le dio un toque más cutre y desagradable a ese destino que teníamos previsto.
Dormimos como buenamente pudimos pero, eso sí, con unas ganas terribles de que llegara el día siguiente.

Lunes, 15 de agosto 2011.
Yo creo que tenía tantas ganas de salir de allí que me desperté antes del amanecer (que es a las 4:30, jejeje). Desmontamos en un santiamén, 'desayunamos' deprisa y corriendo y salimos pitando de aquel antro de chinches y ladillas.
Hacia el sur por la pista f35, con el gradioso lago Hvitárvant parece que el mal trago se estaba pasando. Estas aguas están alimentadas por dos lenguas del Langjökull. Apenas si hay vida en sus alrededores pero una pequeña caseta en su orilla anuncia, en un rústico cartel, que hacen excursiones en barca hasta las lenguas del glaciar con posibilidad de poder pisarlos. Lo único que es tan pronto que el horario del recorrido no se ajusta a nuestros planes. Decidimos continuar.
La vía f35, de pronto, cambia y se convierte en la 35, simplemente. Mejora notablemente y a los pocos kilómetros encontramos Gullfoss, grandiosa cascada a la que se accede por un camino muy cuidado y bien señalizado desde una zona de servicio muy acojedora, con restaurante, tienda de souvenirs y todo tipo de comodidades. Naturalmente, visita de rigor con un desayuno en condiciones. Seguimos por la misma carretera y a muy poco nos encontramos uno de los lugares de visita obligada en cualquier viaje a Islandia que se precie, Geysir. Este es el rincón donde además de fumarolas (no me pareció que olía demasiado a podrido... o es que ya me estaba acostumbrando?... jajaja) también se puede contemplar el famosísimo geiser, que alcanza en algunas de sus expulsiones más de 15 metros de vapor de agua. En dos palabras im-presionante.
Aún queda mucho día por delante y parece que el sol hace acto de presencia, así que nos planteamos dónde podemos ir. Hay varias opciones, ya que nos quedan por ver cosas (muchas cosas, diría yo). Decidimos hacer unos cuantos kilómetros y ver otras cascadas; las de Haifoss. Desde Geysir, por la ctra. 35, nos deviamos a la 30, y desde aquí por una vía que, según Sergio, era antes totalmente imposible pero ahora la han mejorado bastante... jajaja. Tomamos el camino 'felices como regalices', si eso esta mejorado... cómo sería antes? Para más inri, lo que en principio calculábamos en unos 30 ó 40 kilómetros, se dobla o se multiplica por tres... ya que nos confundimos de pista y nos salimos del 'mapa'... jajajaja. Bueno, ahora me río pero estábamos todos con un stress tal que casi acabamos de los pelos (muchos días conviviendo 24 horas, cuando aparece la tensión sacamos todos los diablos que llevamos dentro, y que conste que yo lo sé de ver Gran Hermano... jajajaja). Toda una odissea pero finalmente encontramos la cascadas de 'marras'. Divinas. Nos supo a gloria.
Y ahora ya... de vuelta a casa? Hombre, pues sí... pero... aún faltaba la guinda.
Cuando ya estaba prácticamente la aventura finalizada (ya sólo nos quedaba llegar al hotel y, al día siguiente teníamos el vuelo a España)... pues va...
y se nos revienta una de las ruedas del 4x4... Toma castaña pilonga!!!
Digo re-ven-ta-da, no pinchada. Parecía que a la rueda la había mordido un ejercito de trolls.
Si no teníamos polvo y mierda, encima toda la suciedad de la rueda por todo el cuerpo.
Pusimos la de repuesto, buscamos una gasolinera para igualarles a todas el aire y... camino de Keflavik, al Motel Alex, donde también teníamos reservada esta última noche. Ducha, ordenar y recomponer los equipajes, cenar y dormir.

Martes, 16 de agosto 2011.
Mochilas preparadas, desayuno tranquilo en el motel y, sin demasiada prisa (ya que tenemos que estar a las 15:00 en el aeropuerto) tomamos el coche y nos acercamos hasta Reykjavik para ver la capital, pasear por la zona comercial y el puerto. Es una ciudad pequeña, muy cuqui y manejable... jejeje.
Dejamos el coche el aparcamiento de los vehículos de alquiler, facturamos el equipaje, esperamos y esperamos (eso es lo peor de los aeropuertos) y...
regreso a España.

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